y sí, para él, una vez más

DETRÁS DE LA MÚSICA
(para la música de C. A. H.)

Detrás de ese largo poema de melodía obsesiva que escribo pertinaz, emerge el vendaval tibio de su música. Y se instala, señora del alma, tomando todas las habitaciones, ocupando con su ardor las que tienen mejor vista, y hablando en un idioma que se compone siempre de signos que me son desconocidos. Entra y sale, ordena y manda, dice y todo se hace: no son los pájaros ni los grillos ni los arroyos del otoño los que cantan: es su música que amansa el corazón hirsuto de las fieras que también me habitan, azuza con su obstinado rigor al custodio oficiante del cuerpo, y se ensaña, majestuosa, con la legión de faunos que también llevan su sangre y su rostro. Espera que la noche termine de agonizar para arrullarme los oídos con el torpor cariñoso de una madre; paciente como la víspera, se restrega entonces como un gato, arqueando contra mi mano su lomo erizado y elástico.
Detrás de ella está el huracán, la catástrofe, el pandemonio, la inundación bíblica de todas esas insulsas nimiedades que conforman el mundo. Pero yo me postro, como ante un ídolo maligno, perversa inclino mi frente hasta el suelo que besan los labios sátiros de sus notas, gozosa hinco mis rodillas sobre el ácido vitriolo que va dejando el eco fulgente de su sonido. Soy su vestal, su atenta servidora, su carnal y complaciente compañera. Soy su musa, su instigadora, la partícipe necesaria de todos sus feroces arrebatos de ternura. Soy su ángel desmelenado, su cínica de ojos desfigurados por las llamaradas imprevisibles de su instrumento. Soy su rehén, su cómplice, su muñeca de trapo, su trompo, el antiguo licor que bebían dioses olvidados. Por detrás de su música estoy yo, postrada, violácea, aniquilada, efervescente y fantasmal, espejada, supliciada, hecha humo y ceniza, volátil, colonizada, ausente, perdida en un maremágnum de acordes e improvisaciones que no se acaban, deslumbrada, fatigada, anegada e irreversiblemente loca a causa de la única cosa que lo nombra con más justicia y más devoción que todas mis palabras. 
Detrás de su música —y de toda la música— hay un alma entregada, fundida, esmaltada, hecha trizas y elevada hasta lo Imposible en el mismo movimiento. Porque detrás de su música, en este mundo, ya no puede haber nada.

Analía Pinto

3º premio en el Concurso "El Calderón Celeste", organizado por el Grupo Pretextos en el marco de la Semana de la Música 2010.

1 comentario:

Edilberto González Trejos - Autor dijo...

Felicidades. Un abrazo desde Panamá!