mi querida: ese hombre me pone la mano encima
y yo recuerdo: unos versos propios y antiguos
brillando en lo ajeno de la idea que se cumple
en ellos -esos versos- mi costado desea acostumbrarse
al peso de una mano
de lo junto del dormir deviene la costumbre de esa mano
de ese peso adecuado se hace el poema
entonces: allí decía un peso del cual no se podía
hablar más que fuera del poema
allí decía una nimiedad que aún hoy conmueve
mi estar despierta: una mano
puesta en el costado es todo
querida: ese hombre me pone la mano encima
y pienso en un destino: carne de letra
que va de los restos a una enteridad:
carne que se construye en un rescate
y recompone hace cóncavo
lo que el olvido elige para posar la mano
ese hombre me pone la mano encima
por lo que olvido un destino para tener un destino:
la letra con sangre entra oigo decir
y algo del orden del sueño se acuesta conmigo
ahora ya no soy un tesoro soy un cofre
un pacto una comunión pasajera me atan
un gran amor me ata a este fondo del mar
cuando él pone su mano en mi costado pierdo
la paz de estar sola
recuerdo como quien despierta
y vuelvo a pensar en un destino para olvidarme de él
¿debo a esa mano algo más que una curva
del dormir
que una felicidad en el acto de la vida?
donde las palabras sobran
¿las palabras obran mi querida? ¿es esto
entonces todo? ese hombre su ponerme
la mano encima y lo otro que se escucha
¿ése era el secreto?
mi querida: ese hombre me pone la mano encima
¿qué debo hacer?
liliana lukin
cartas
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